domingo, 23 de noviembre de 2025

LA SOCIEDAD DEL HARTAZGO

“El descontento social y político en el Perú no se disipa”, anotaba el periódico El País, de España[1], a propósito de la multitudinaria marcha pacífica, promovida por la Generación Z el pasado 15 de octubre de 2025 y que movilizó las principales ciudades del país. El motivo: pedir “…entre otros reclamos, un cambio en el Gobierno, acciones claras contra la extorsión y el sicariato y la lucha contra la clase política corrupta”, según la misma fuente.

Recuerda las palabras de Camila Vallejo, líder estudiantil de 23 años, en las revueltas que sacudieron el segundo mandato de Piñera, en el Chile de 2011: “Hay un descontento instalado en la sociedad”, declaraba[2]. Su papel le valió el apelativo de La Pasionaria, en memoria de Dolores Ibárruri, la dirigente comunista de la España de los años 20 y 30 del siglo pasado.

El asunto no es, sin embargo, anecdótico, sino ya sistémico y global, como se entrevé en la declaración de Vallejo y en las siguientes frías cifras estadísticas:

§  En el año 2024, se registraron 3492 eventos terroristas en el mundo, afectando a 66 países. Esto significa 9,6 eventos terroristas diarios en promedio[3].

§  Entre enero y junio del 2025, en Colombia hubo 1.834 eventos de conflictividad social, de acuerdo con el más reciente informe de la Defensoría del Pueblo, lo que representa un aumento del 6% en comparación con el mismo periodo del año anterior[4]. Esto totaliza 10,2 conflictos diarios en promedio.


§  Agregue a ello el furor de miles de manifestaciones (pacíficas unas, no tanto otras), que se suceden diariamente en el mundo. Dos ejemplos: a) el pasado 19 de octubre, más de 2700 manifestaciones, bajo el slogan “No Kings”, recorrieron las calles de las principales ciudades de los EE. UU., con cerca de 5 millones de manifestantes, en contra del gobierno Trump[5]; y similar situación se ha repetido en varias oportunidades, durante sus escasos 10 meses de gobierno; b) en Colombia, solo en el primer bimestre de 2025, la Defensoría del Pueblo reportó 283 protestas ciudadanas[6] (4,7 diarias), con lo cual, es de esperarse que, en el año completo, superen ampliamente las 1600. E idéntico panorama podemos observar en todas las latitudes del mundo, al punto que ya dos gobiernos, los de Madagascar y Nepal, cayeron recién, producto de tales protestas. 


No resulta metafórico decir que el mundo y Colombia son ya un polvorín abierto y, quizás, sin control. No ya con la intensidad de los grandes conflictos bélicos del siglo anterior, pero sí con unas sistematicidad y cobertura superiores.


Es un asunto que bien amerita una mirada profunda y en perspectiva histórica. Zigmunt Bauman resumió el asunto en una metáfora muy poderosa: estamos en presencia de las sociedades líquidas[7]. Y apunta, en su texto, a los rasgos estructurales de esta dinámica histórica, agrupándolos en una triple crisis: del Estado, de la modernidad (como sistema de pensamiento) y de la democracia. Las tres, sólidamente documentadas y ya evidentes.


Yo quiero atreverme un paso más allá de los rasgos, explorando las causas raíz. Y me permito proponer dos, que pueden resumirse en la primera de ellas:


1.  Un modelo económico agotado

El modelo económico, construido a partir de la revolución industrial, es de corte economicista, por cuanto ha elevado la economía a la máxima prioridad social, tiranizando nuestras relaciones sociales y nuestras relaciones con la naturaleza. Por lo mismo, ha sido un modelo generador de marginación social y depredación ambiental, por naturaleza. Ese modelo ya cruzó todos los límites permitidos y, por lo mismo, está ocasionando más destrucción que creación de valor actualmente. Ya nuestro planeta cruzó este año el séptimo límite de los que se consideran los nueve límites planetarios[8]; y la causa de ello es un modelo económico explotador y abusador de los ecosistemas, como ninguno antes conocido. Y, después de sobrepasar todos los límites, ya sabemos qué cosas siguen: el caos y el colapso.

De ahí lo que ya Byung-Chul Han y otros llaman “la sociedad del cansancio”[9]: la hiperproductividad agobiante que ha conducido a una sociedad fatigada, al límite. Y Han anota al respecto: “La técnica de administración del tiempo y la atención multitasking no significa un progreso para la civilización […] Se trata más bien de una regresión”. De ahí que veamos fenómenos sociales como “la gran renuncia”. Seres humanos que, ante el hartazgo de sentirse obligados a una carrera loca, como piezas de un engranaje esclavizante, prefieren decir como Mafalda: “paren el mundo que me quiero bajar”[10]. Otras caras de este fenómeno son el esclavismo digital, el cognitariado del que habla Bordoni, la precarización laboral…, frente a los que las nuevas generaciones simplemente se rebelan.

Otra variable de la crisis del modelo económico es el hartazgo del consumismo. Una sociedad que produce nivel de vida, pero fracasa intentando ofrecer calidad de vida. Es el consumo por el consumo, como obsesión ciega, al servicio de esa máquina de la maximización de rendimientos, que es la quintaesencia del modelo economicista. El consumismo ha terminado insensibilizando la capacidad valorativa de los seres humanos. Por eso, como bien anotaba Wilde: el de hoy, es “un hombre que conoce el precio de todo y el valor nada”[11]. O, como anotaba Diéguez, termina abocado a una crisis del deseo y anota al respecto: “La crisis de los deseos, el no saber qué desear, la desorientación en los fines, es (sic) uno de los síntomas más peligrosos de la situación en la que nos ha colocado la hipertrofia de la técnica”[12] 

2.  El agotamiento severo de recursos clave para la supervivencia

Ya están suficientemente documentados los más críticos:

§  El agua: “La escasez de agua es uno de los mayores desafíos del siglo XXI”[13], reconocía la FAO en la nota de convocatoria del 3er. Diálogo de Roma sobre el Agua en octubre de 2024.

§  La biodiversidad: “Actualmente, se estima que la tasa de extinción de especies es entre 1000 y 10 000 veces mayor que la tasa natural de extinción”[14], recoge la WWF. Y, toda, de naturaleza antropogénica.

§  Los bosques: según la Revista Mundial de Bosques, del World Resources Institute, “La pérdida de cubierta forestal ha ido aumentando en la historia reciente, de 13,4 Mha de pérdida de cubierta forestal en 2001 a 29,6 Mha en 2024”[15]. Estamos desertificando el mundo a una velocidad de vértigo.

Y obsérvese que son tres vectores interrelacionados: agua-biodiversidad-bosques, en cuya degradación acelerada se refuerzan mutuamente, dando lugar a una dinámica que ya está teniendo impactos severos en la agricultura, la alimentación, la salubridad, el cambio climático, las pestes…, en una cascada perversa. Y son muchos otros recursos claves los que escasean. Y observe que todo ello ha ocurrido en aras de la maximización de rendimientos.

Casi todas las guerras contemporáneas obedecen ya a la lógica de la competencia geopolítica y social por recursos escasos (agua, tierras raras, territorio…), lo que pone en jaque los sistemas de organización social: la democracia, la confianza pública, la geopolítica…, todo lo cual se ve agravado por la corrupción, la polarización, etc. A todo ello nos ha llevado el modelo economicista. Por eso, como anota Pigem, nunca será tarde para entender que “Un sistema que por su propia naturaleza incrementa las desigualdades sociales y reduce la diversidad de la vida sobre la Tierra es lo contrario de lo que necesitamos”[16].

Al final, debo confesar cierta forma alegría que toma la esperanza en mi interior. Estamos presenciando el comienzo del fin de una era. Y confío en que todos estos síntomas son simples dolores de parto de una nueva era. Que, mientras más agudos, más pronto se abrirán los caminos de un nuevo orden: más humano y humanizante; más sostenible, equitativo y justo. En pocas palabras, un nuevo orden que, al fin, le dé sentido y calidad al vivir. 

Ramiro Restrepo González

Octubre de 2025

[1]    Raffo, F. Al menos un muerto en la marcha contra el Gobierno interino de Perú impulsada por los jóvenes. El País, España: octubre 15 de 2025. Ver ACÁ y ACÁ.

[2]    Redacción Semana. “Hay un descontento instalado en la sociedad”. Semana: agosto 12 de 2011. Ver ACÁ.

[3]    Institute for Economics & Peace. Global Terrorism Index 2025. Marzo de 2025. Ver ACÁ.

[4]    Defensoría del Pueblo. Conflictos sociales aumentaron un 6% en el primer semestre del 2025 frente al mismo periodo del año anterior. Agosto 15 de 2025. Ver ACÁ.

[5]    Vásquez, M. y otros. No Kings protests against Trump draw large crowds across the country. The Washington Post: octubre 19 de 2025. Ver ACÁ y ACÁ.


[6]    Defensoría del Pueblo. 283 protestas sociales se presentaron en el país durante los primeros meses del año. Marzo 13 de 2025. Ver ACA.


[7]    Bauman, Z. y Bordoni C. Estado de crisis. Paidós: 2016. Ver ACÁ.

[8]    Stockholm Resilience Centre. Límites planetarios. Ver ACÁ.

[9]    Byung-Chul Han. La sociedad del cansancio. Herder: 2012, p. 33. Ver ACÁ.

[10] Es de anotar que Joaquín Lavado, Quino, ha negado la autoría de esta viñeta; aunque, en mi concepto, merece ser de él.

[11] Wilde, O. El abanico de lady Windermere. El Aleph: 1999, p. 55. Ver ACÁ (otra edición).

[12] Diéguez, A. Transhumanismo. Herder: 2017, p. 16. Ver ACÁ.

[13] FAO. Diálogo de Roma sobre el agua de alto nivel relacionado con el Marco mundial sobre la escasez de agua en la agricultura. Octubre 17 de 2024. Ver ACÁ.

[14] WWF. ¿Qué es la sexta extinción masiva y qué podemos hacer al respecto? Ver ACÁ.

[15] World Resources Institute. ¿Cuánta cobertura arbórea se pierde a nivel mundial cada año? Ver ACÁ.

[16] Pigem, J. Ángeles o Robots. Fragmenta Editorial, 2018. P. 18. Ver ACÁ.

COLOMBIA: ¿UNA NACIÓN SIN RELATO? 

El discurso político nacional es un ring de boxeo al que, definitivamente, ningún ciudadano decente quiere ingresar ya. Es un discurso que sobresale por la pobreza de los conceptos y la bajeza del lenguaje. Sin duda, es un fenómeno multicausal; yo me atrevería a mencionar el bajísimo desarrollo humano de los actores y su pobrísimo nivel de formación conceptual, como causas individuales; y, como causas colectivas, mencionaría la decadencia progresiva y global de la democracia; la polarización social, generada especialmente por las redes sociales, y la atomización de los partidos políticos, que devinieron en infinidad de agencias electorales corruptas y corruptoras, sin fundamento doctrinario alguno.

Pero pienso que hay una causa raíz, aún más profunda; o, quizás, un resultado protuberante de este proceso de degradación política. Todo dependerá de la óptica de quien interprete los hechos: como causa o como resultado, llegamos al mismo punto de convergencia: Colombia es una nación sin relato. Por lado alguno aparece en la escena nacional un proyecto-país, una visión que convoque, un relato que acompase el debate y la opinión pública nacional, independientemente de las preferencias partidistas.

Ni siquiera la paz, que parecería ser la necesidad más apremiante de la población. Porque, además, hemos tenido una concepción absolutamente miope de la paz, como simple cesación del conflicto. Para mí, esa es una definición en negativo de lo que realmente es la paz. La ausencia de conflicto o de guerra es eso: “ausencia de”, pero no “presencia de”. Bien claro lo expresa Thich Nhat Hanh: “La paz no es simplemente la ausencia de violencia; es el cultivo de la comprensión”[1]. Hasta en ese clamor nacional nos falta visión: una visión tal, que formule en positivo la paz. Creemos que la paz es algo que se firma. Esa es la paz negativa, la paz romana. Y, con razón, decían los romanos: “se vis pacem, para bellum[2]. Pero la paz no se firma, se construye, como bien lo expresa la Carta de la Tierra de Naciones Unidas[3]: “la paz es la integridad creada por relaciones correctas con uno mismo, otras personas, otras culturas, otras formas de vida, la Tierra y con el todo más grande, del cual somos parte”. Esa es la paz en positivo, un relato inspirador que, lamentablemente, no aparece en nuestro discurso político nacional.

Vale decir, entonces, que ni siquiera un asunto tan importante y sensible como la paz ha logrado inspirar un relato de país. Al contrario: ha servido para polarizar y dividir más: “vamos volver trizas el Acuerdo de Paz”, vociferaba un conocido “líder” político de ultraderecha. Lo trágico de esta realidad es que la dinámica de desarrollo de un país siempre será tan potente como su propio relato de país. Una nación sin relato está condenada a vagar por la historia, dando bandazos, y sin un sentimiento de identidad nacional claro. Un buen relato colectivo, en cualquier pueblo, es la misión fundamental de su clase dirigente. Y, para mí, un buen relato de país debe reunir al menos tres atributos:

1. Ser realista. Es decir, estar afincado en las potencialidades reales del país. En nuestro caso, la biodiversidad, los recursos naturales, la belleza tropical de su territorio y su cultura…bien podrían ser candidatos con opciones.

2. Ser un propósito nacional. Es decir, convertirse en el eje del discurso político, articularse al plan de desarrollo de largo plazo del país; e implementarse a través de políticas públicas robustas y estables, una institucionalidad de respaldo que lo operacionalice, y un marco legislativo acorde.

3. Convertirse en el sello distintivo de la cultura. Es decir, ser el gran referente articulador del sistema educativo y de todas las expresiones culturales del país, para convertirse así en el ADN de la identidad nacional.

Y, sí, se me dirá que Colombia tiene relato. Válido. En el año 2022, el Departamento Nacional de Planeación elaboró un documento altamente participativo, denominado Visión Colombia 2050[4]. Allí podemos leer que esa visión se articula en torno a tres ejes, uno de los cuales ya mencioné. Son ellos:

§  Desarrollo de una identidad bio-socio-tecnológica

§  Aprendizaje para la vida, conocimiento para la sociedad

§  Estado transformador e innovador

Comparto el enfoque de este estudio. Quizás una sola observación: una visión poderosa debe ser expresable en un párrafo. Pero, si se lee en detalle el documento, podemos ver que todo converge en la primera línea: la visión de una nación bio-socio-tecnológica. Y eso está bastante bien. Lo sorprendente es que se trata de un documento que no ha permeado en absoluto el discurso público: ni la dirigencia privada, ni la pública, ni los planes de desarrollo, ni el sistema educativo, ni los medios de comunicación, ni la opinión pública hablan de ello. Es un documento más, engordando los anaqueles de los tecnócratas de este país. Es decir, es realista, pero no es un propósito nacional ni tiene visos de llegar a convertirse en sello distintivo de la cultura.

Hay muchísimos ejemplos de países, cuyo éxito actual se debe a la adopción de un potente relato de país, en algún momento de su historia (Singapur, Noruega, Taiwan, Corea del Sur…). Es asunto ya suficientemente documentado. En razón del corto espacio, ofreceré un ejemplo que conozco de cerca y de cuyo éxito puedo dar testimonio: el pequeño país de Aruba.

Hasta 1986, coincidiendo con su independencia, Aruba vivió de dos enormes refinerías, que procesaban petróleo venezolano cercano y lo exportaban. Una de esas refinerías representaba entonces el 20 % del ingreso nacional, el 50 % del presupuesto público y era la primerísima fuente de empleo. Al marcharse las refinerías, sus dirigentes se vieron abocados a reconceptualizar la economía de la isla y a fe que lo hicieron muy bien. Identificaron la espectacular belleza natural de la isla, cuyo territorio tan desértico no produce literalmente nada, como el eje de un nuevo relato. De una población, en ese entonces, de 60.000 habitantes, incrementaron a 80.000, importando masivamente mano de obra calificada para el turismo y portadora de una diversidad lingüística por km2 de las más diversas que pueda encontrarse. Ofrecieron, además, generosas exenciones tributarias a las grandes cadenas hoteleras y a los mejores empresarios turísticos del mundo, y así tenemos hoy una pequeña isla próspera como pocos países latinos. Baste anotar que su PIB per cápita es de US$ 35.000, que podemos comparar con los US$ 7.900 de Colombia (ambos datos para 2024).

En Colombia, sobresale, en mi opinión, el relato subyacente a la industrialización antioqueña, que fue el eje de la industrialización nacional: una acendrada ética del trabajo, que vino aparejada del sentido del ahorro (acumulación de capital dirán otros) y el esfuerzo rudo por domeñar una agreste naturaleza montañosa. Es el relato que encontramos detrás de la letra del himno regional y, bellísimamente, en la obra Horizontes, del yarumaleño Francisco Antonio Cano. Hoy, ese horizonte se ha desdibujado, porque las realidades han cambiado, y urge un nuevo relato. Por el momento, Colombia sigue siendo una nación sin relato.

Vale concluir con la siguiente cita: “El dilema del presente es si somos capaces de inventar ficciones que cohesionen en lugar de anestesiar. Las que hoy ocupan el espacio son fragmentarias: el consumismo invita a disfrutar como si no hubiera mañana, la ultraderecha propone refugiarse en fortalezas identitarias y Silicon Valley promete futuros de ciencia ficción solo accesibles para élites. Entre tanto, la democracia gestiona expedientes y pierde la capacidad de narrar el futuro”[5]. Tenemos así relatos como “el sueño americano” (o “destino manifiesto”), que se ha convertido en pesadilla, y “el pueblo elegido”, que se ha convertido en el pueblo maldito y genocida.

Ramiro Restrepo González

Octubre de 2025


[1]    Diaz, P. Thich Nhat Hanh: “La paz no es simplemente la ausencia de violencia; es el cultivo de la comprensión”. El Confidencial: España, octubre 30 de 2025. Ver ACÁ.

[2]    “Si quieres la paz, prepara la guerra”.

[3]    Naciones Unidas. La carta de la tierra. UN: 2000. Ver texto ACÁ.

[4]    Departamento Nacional de Planeación. Visión Colombia 2050. Discusión sobre el futuro del país. DNP: 2022. Ver ACÁ.

[5]   Arnaiz, E. El Antropoceno y la gran orfandad del relato. Ethic: octubre 15 de 2025. Ver ACÁ.

miércoles, 12 de noviembre de 2025

CUANDO EL LECTOR SUPERA AL AUTOR

Me complace publicar, con la debida autorización, la significativa contribución que recibí del amigo Omar Osses, desde la muy querida Argentina, a propósito de mi última nota: La inteligencia no es lo que nos hace humanos (ver en este blog). Mil gracias, Omar.

RamiroR.

Desde la mirada sistémica y biológico-cultural, la inteligencia es una propiedad emergente del vivir, no un atributo exclusivo. Todo sistema vivo conserva su organización resolviendo tensiones entre adaptación y coherencia.

La sabiduría, en cambio, aparece cuando el observador integra emoción, lenguaje y cuerpo en coherencia con el sentido. No busca resolver sino revelar.

En el marco de la Inteligencia Híbrida (IA + IH), esta distinción es clave: la IA amplifica la inteligencia instrumental, pero la IH busca amplificar la consciencia y la sabiduría relacional.

El desafío actual no es aumentar la inteligencia de las máquinas, sino ensanchar la sabiduría humana que las orienta. Como decía Maturana, “no hay acción inteligente sin emoción fundante del vivir”; por eso, el paso evolutivo pendiente no es tecnológico, sino ético y espiritual.

¿Entender y resolver problemas es suficiente para definir lo humano?

No. Resolver problemas es parte de la inteligencia, pero lo humano comienza cuando somos capaces de observarnos a nosotros mismos mientras actuamos. Ser humano implica consciencia reflexiva, capacidad de elegir desde el sentido y no solo desde la necesidad. La humanidad se expresa no en la eficacia, sino en la ética del vivir: cómo nuestras acciones afectan a otros y al entorno.

¿La inteligencia artificial nos reemplazará, o solo replica funciones que no son esencialmente humanas?

La IA puede reemplazar funciones instrumentales y cognitivas, pero no puede encarnar consciencia, emoción ni propósito. Replica la inteligencia, no la sabiduría viviente. Lo esencialmente humano —la capacidad de amar, cuidar, crear sentido y transformar sufrimiento en aprendizaje— no puede ser programado. La IA amplifica la inteligencia; la tarea humana es ampliar la consciencia.

Si toda forma de vida manifiesta inteligencia, ¿qué nos distingue como especie?

Nos distingue la posibilidad de hacernos conscientes de nuestra propia consciencia a través del lenguaje. Podemos observar lo que pensamos, sentimos y hacemos, y elegir transformar nuestros patrones. Esa autoconciencia nos vuelve responsables del tejido de la vida. No somos superiores, sino guardianes de la coherencia entre la vida, la cultura y la evolución.

¿Qué lugar ocupa la sabiduría en la era de la inteligencia artificial?

La sabiduría es el principio orientador. En un mundo saturado de datos y algoritmos, la sabiduría define qué merece nuestra atención, energía y cuidado. Es la brújula que diferencia el progreso del extravío. La IA puede multiplicar posibilidades; la sabiduría indica hacia dónde conviene avanzar para conservar la vida y el sentido.

¿Cómo cultivar sabiduría en una civilización dominada por la velocidad, la información y la eficiencia?

Desacelerando. Respirando. Observando. La sabiduría no se acumula, se cultiva en la presencia, en el diálogo, en la práctica cotidiana de la coherencia entre sentir, pensar y actuar. Se cultiva cuando elegimos aprender de la experiencia, no solo obtener resultados.

Por eso, mi camino hoy —y el que propongo en los ecosistemas que acompaño— es ir del conocimiento a la sabiduría, para conservar los compromisos fundamentales que sostienen el bienestar del vivir, de otros y del ecosistema que nos contiene.

Desde la Biología del Conocer, de Humberto Maturana, la inteligencia no se mide por el cálculo, la memoria o la resolución de problemas abstractos, sino por la capacidad de un ser vivo para conservar su vivir adaptándose a un entorno cambiante. Esa adaptación no es solo biológica, sino también relacional: ocurre en el lenguajear y emocionar compartido con otros. 

En ese sentido, la inteligencia es siempre co-creada. Nos transformamos con los seres con quienes convivimos; la cultura es la trama donde esa inteligencia se expresa, se refina o se empobrece. Por eso, como hemos conversado con mi maestro Maturana, “dime con quién convives y te diré en qué mundo existes” —una versión más profunda de “dime con quién andas y te diré quién eres”.

Nuestra inteligencia, entonces, no es individual, sino relacional y cultural: se configura en las conversaciones, emociones y prácticas que sostenemos día a día. Allí nace también la posibilidad de la sabiduría, cuando esa convivencia se orienta a conservar y expandir la vida en todas sus formas.

Omar Osses

Noviembre de 2025

martes, 11 de noviembre de 2025

LA INTELIGENCIA NO ES LO QUE NOS HACE HUMANOS

Aunque soy consciente de que es una afirmación polémica, estoy dispuesto a dar el debate, porque es una claridad que ya forma parte de mi pequeño repertorio de incertezas. Para abordar el asunto, propongo hacer un mínimo acuerdo sobre qué entendemos por inteligencia. Por obvio que parezca, ha sido un concepto muy debatido.

Empecemos por lo simple. La RAE nos ofrece dos acepciones. La primera: “capacidad de entender o comprender”; sí, creo que por ahí se empieza; pero, ¿entender para qué? Viene la segunda acepción: “capacidad de resolver problemas”. Es la respuesta al “para qué”. Yo compro esa visión enteramente: la inteligencia es una herramienta, la más potente, una especie de navaja suiza, con mil y una funciones, que le ha permitido al ser humano resolver problemas desde que habita este planeta, empezando por ¿cómo sobrevivir, en un mundo hostil, siendo el ser vivo más vulnerable de todos? Así, ha creado herramientas, modelos, diseños, fármacos, procesos de fabricación… y un infinito etcétera. Así, desarrolló el método científico, para acceder a problemas cada vez más complejos. Así, ha desarrollado formas de organización social (la familia, el clan, el Estado, las organizaciones de todo tipo, los tratados, la legislación…) todos los cuales han “resuelto” los diversos problemas de supervivencia, convivencia e intercambio. Así, ha llegado ahora a poner en marcha el desarrollo de la inteligencia artificial, para resolver problemas de forma autónoma y sofisticada. Así, en fin, ha creado toda una civilización y una historia.

Pero vienen las preguntas que complican todo: ¿entonces la ‘inteligencia’ artificial nos remplazará irremediablemente?, ¿solo el ser humano posee inteligencia, es decir, capacidad de resolver problemas? Y hasta ahí llega el entusiasmo, pues todos los seres vivos han demostrado capacidades extraordinarias para hacer lo mismo: desde los microorganismos (protozoos, bacterias, virus…), pasando por las plantas, hasta los vertebrados más evolucionados: los antropoides. Se dirá que hay grados de inteligencia en la escala evolutiva. Seguramente, pero eso es una conversación accesoria. Y, en cualquier caso, eso ya es un reconocimiento de mi afirmación inicial: la inteligencia, como capacidad de resolver problemas, no es exclusiva de los humanos. Más aún, ya no es una blasfemia científica afirmar que el universo es inteligente: “El cuerpo y el cerebro, y el organismo en su conjunto, reciben y resuenan con la inteligencia que impregna el universo”, escribe el filósofo de las ciencias Erwin László[1]. Si se quiere ir más lejos: la inteligencia no es un atributo de cada organismo; es una propiedad del universo que se expresa en cada ser, vivo o “inerte” (uso comillas, porque dudo de que existan seres realmente inertes, como ya lo planteaba el geofísico Lovelock en su teoría Gaia).

Entonces viene una pregunta obligada: ¿qué es entonces, ¡carajo!, lo que nos diferencia como tales seres humanos que ni la ‘inteligencia’ artificial logrará remplazar? Se me antoja responder que la imbecilidad. Pero podemos intentar respuestas más indulgentes y comprensivas. Y las hay.

La respuesta corta es: lo SAPIENS. Ah…: la sabiduría. Sabiduría es incluso declinar resolver un problema y dejar que el tiempo lo resuelva, o que su presencia active otros procesos adaptativos superiores. Es decir, la inteligencia no es sabiduría, ni esta se mide en escalas de IQ. Quizás nos hemos apegado tanto a la inteligencia, que hemos olvidado la sabiduría. Al punto, que ya vivimos la era de mayores expresiones de la inteligencia humana en la historia y la más absoluta y deprimente ausencia de sabiduría, también en la historia. Quizás todas las crisis contemporáneas no sean sino solo eso: exceso de inteligencia y déficit de sabiduría.

La pregunta final también resulta obligada. ¿Y, entonces, qué es sabiduría y qué la diferencia de la inteligencia? 

Diría que la inteligencia es una caja mágica de soluciones: de qués, de cómos y de porqués; y, por su lado, la sabiduría es una caja insondable de conexiones y sentido: de paraqués. La primera es instrumental y utilitarista; la segunda es trascendente y teleológica. La primera nos provee de respuestas; la segunda nos ilumina de sentido. La primera responde a nuestra urgente necesidad de supervivencia; la segunda responde a nuestra inefable necesidad de trascendencia. La primera nos resuelve el presente; la segunda nos define el futuro; la primera nos confronta con preguntas importantes pero funcionales; la segunda nos confronta con las preguntas fundamentales y fundantes de la existencia.

Digámoslo desde otra perspectiva: la sabiduría es la florescencia de la consciencia, su expresión más refinada. Y esta, la consciencia, es, a su vez, el paso intermedio entre la inteligencia y la autoconsciencia, que es lo que verdaderamente diferencia al sapiens de los demás seres del universo. Como decía Huxley, en el ser humano, el universo se ha hecho consciente de sí mismo, autoconsciente.

Hoy, en medio de la ya omnipresente ‘inteligencia’ artificial, con sus promesas y dilemas, bien valdría entender a tiempo que, sin sabiduría, tan prometedora herramienta tecnológica producirá más desastres que mejoras en el estado de la civilización y de nuestro sufrido planeta. Y, sobre todo, que la paz no florecerá finalmente sobre nuestra especie, sin un toque de sabiduría. 

Ramiro Restrepo González

Noviembre de 2025

[1]    László, E. La naturaleza de la realidad. Kairós: 2016, p. 79. Ver ACÁ.

jueves, 6 de noviembre de 2025

SIN DEMOCRACIA ECONÓMICA, NO ES VIABLE LA DEMOCRACIA POLÍTICA

Lo primero sea dejar claro que hoy no hay democracia económica en el mundo. Para ello, aporto algunos datos que, en mi apreciación, son demoledores por su naturaleza sistémica y estructural, y por su profundo impacto en la calidad de vida de millones de seres humanos.

1.  “El voto de un ciudadano o ciudadana belga promedio en el Banco Mundial vale 180 veces más que el de una persona de Etiopía”[1].

2.  Lo cual, en lugar de mejorar, empeora cada año: “En 2024, la riqueza conjunta de los milmillonarios creció tres veces más rápido que en 2023 […]. En cambio, el número de personas que viven en la pobreza apenas ha variado desde 1990” (Ídem).

3.  Y, aunque la tasa de pobreza, expresada como porcentaje, se ha reducido gradual y ligeramente, el número de personas pobres sigue estancado en cifras de 1990: poco más de 3500 millones de personas (44 % de la población mundial). Y, ya lo decía, los porcentajes no son los que sufren el hambre, como creen los tecnócratas, al predicar que todo va mejorando; el hambre lo sufren seres humanos de carne y hueso, como pensamos los humanistas, y ese número, en lugar de mejorar, ha empeorado.

4.  “Las investigaciones del Banco Mundial revelan que tan solo el 8 % de la población mundial vive en países con un nivel de desigualdad bajo” (Íbid, p. 8).

Para mayor información, puede verse el reciente informe, elaborado por el Comité Extraordinario de Expertos Independientes sobre la Desigualdad Global, encargado por el G20 y dirigido por el nobel de economía Joseph Stiglitz.

Son las realidades que esquivan los profetas de la prosperidad, porque necesitan conciliar el sueño en la comodidad de sus burbujas. Yo, por mi parte, no puedo vivir tranquilo, observando el estado de un mundo tan inmoralmente inequitativo y al borde del colapso ambiental, situaciones ambas producto de la voracidad ciega de unas minorías insensibles.

Y, con base en estos cuatro datos objetivos y documentados, vale preguntar: ¿cuál democracia económica en el mundo? Estamos, sin matices ni medias verdades, en presencia de la continuidad del colonialismo más descarnado conocido. Ahora es global y más sofisticado gracias a la tecnología.

La pregunta, entonces, es simple: ¿puede haber democracia política en esas condiciones? Mi respuesta es rotunda: jamás. La “democracia” del Concejo de Seguridad es suficiente caricatura al respecto. Veamos: el Concejo de Seguridad de Naciones Unidas es la máxima instancia política mundial, incluso por encima de la misma ONU[2]. Integrado por 15 miembros, solo 5 son permanentes y vitalicios (EE. UU., China, Rusia, Francia y Reino Unidos); y, por supuesto, autoelegidos. Los demás tienen un periodo de solo 2 años. Y lo peor: los 5 miembros permanentes tienen poder de veto: basta el voto negativo de uno de ellos para invalidar cualquier decisión, aún de las mismas Naciones Unidas.

Vivimos, sencillamente, en un mundo de democracias de papel, incapaces de responder al clamor de bienestar y equidad de millones de ciudadanos a lo largo y ancho del mundo. Democracias secuestradas, al servicio de los grandes capitales. Democracia económica y democracia política son dos caras de la misma moneda.

No es gratuita la decadencia de la democracia en el mundo, como ya lo retrataba Zigmunt Bauman en Estado de crisis, en 2016. Así se expresaba Bauman: “Son las credenciales del sistema de la democracia representativa mismo —diseñado, elaborado e implementado por los constructores del Estado-nación moderno— las que se están desmoronando”[3]. Y ya las cifras del derrumbe son abrumadoras: “El mundo está dividido casi equitativamente entre 91 democracias y 88 autocracias…Pero el 71% de la población mundial —5700 millones de personas— vive en autocracias, un aumento del 48 % respecto al de hace diez años”, documenta el V-Dem Institute[4]. Y su reporte de 2025 lo reafirma: “Las democracias liberales se han convertido en el tipo de régimen menos común del mundo, con un total de 29 en 2024 […] Casi tres de cada cuatro personas en el mundo (el 72%) viven actualmente en autocracias. Esta cifra es la más alta desde 1978”[5].

Realidades, más que cifras, que nuestros inefables profetas de
la prosperidad siguen eludiendo. ¡Salud y bienaventuranza para ellos!; y, sobre
todo, paz en sus doradas tumbas. Bien diferente de la tumba colectiva que todos
estamos construyendo, con una indiferencia y una tozudez[6]
sencillamente impresionantes. Y vaya si desconcertantes.

[1]    Oxfam International. El saqueo continúa. Oxfam: enero de 2025, p. 5. Ver ACÁ.

[2]    Quien albergue duda al respecto, que nos expliqué qué otra lógica tiene que la Asamblea General de Naciones Unidas apruebe por Resolución (A/ES-11/L), en marzo 2 de 2022, condenando la invasión rusa a Ucrania. Pero que, acto seguido, el Concejo de Seguridad, con una votación de 11 votos a favor, de 15, haya vetado dicha resolución con el liderazgo de Rusia, juez y parte en el conflicto.

[3]    Baman, Z. y Bordoni, C. Estado de crisis. Paidós: 2016, p. 35. Ver ACÁ.

[4]    V-Dem Institute. Democracy Report 2024. V-Dem Institute: marzo de 2024.

[5]    V-Dem Institute. Democracy Report 2025. V-Dem Institute: marzo de 2025, p. 6. Ver ACÁ.

[6]    Así nos obsequia generosamente la RAE en sinónimos de esta palabreja: “obstinado, testarudo, terco, empecinado, cerril, cabezota, cabezón, cabezudo, tenaz, recalcitrante, contumaz, pertinaz, porfiado, inflexible”. Tal parece que así nos comportamos como especie.

LOS PROFETAS DE LA PROSPERIDAD

Todos hemos asistido, alguna vez, a una conferencia sobre prosperidad. Y, aunque unas poquísimas de ellas resultan inteligentes, la mayoría son efectistas, superficiales y anodinas. Recién asistí, por razones de protocolo social, a la última de estas presentaciones. Y me encontré con el lugar común de todas: vivimos el mejor de los mundos conocidos en la historia. A fe que a este último orador le acompañaban, aparte de notables dosis de locuacidad y narcisismo, un acervo agobiante de datos para sustentarlo. Pero tiene uno que estar muy mal informado, y especialmente marcar muy bajo en la escala de pensamiento crítico, para quedar hechizado, por celebrity que sea el personaje.

Intentemos un sencillo y pedagógico paralelismo de datos, los dichos con los omitidos, para concluir al final.

Dato 1:

La riqueza mundial es hoy la mayor conocida en la historia. De acuerdo. Dato cuantitativo. Pero es igualmente cierto que la desigualdad ha venido a ritmo creciente (ver tendencias del coeficiente Gini a nivel mundial)[1]. Dato cualitativo. Así lo consigna un informe de 2022: “El 10% más rico de la población mundial recibe actualmente el 52 % del ingreso mundial, mientras que la mitad más pobre de la población gana el 8,5 %”[2]. Y hay muchísimos más datos demoledores: “las investigaciones del Banco Mundial revelan que tan solo el 8 % de la población mundial vive en países con un nivel de desigualdad bajo” y “si no se adoptan medidas políticas urgentes para revertir esta preocupante tendencia, es prácticamente seguro que la desigualdad económica seguirá aumentando en el 90 % de los países” son evidencias halladas en una rigurosa investigación de Oxfam International de 2025[3].  Me pregunto: ¿si no es para generar bienestar colectivo, la riqueza para qué?

Dato 2:

La tasa de cobertura educativa es la más alta alcanzada en la historia. De acuerdo. Dato cuantitativo. Pero es igualmente cierto que la calidad de la misma ha venido declinando de manera dramática. Dato cualitativo. Dos evidencias al respecto: a) “Según los resultados de las pruebas del Icfes en 2024, solo el 61% de los bachilleres en el departamento (Antioquia) alcanzó las competencias mínimas en lectura”[4], es decir, el 39 % son analfabetas funcionales, al terminar su educación secundaria y así llegarán a la universidad; nuestra sociedad ya ha empezado a producir analfabetas titulados; b) “Desde 1970 a 2009, no hemos ganado cociente intelectual, sino que lo hemos perdido”[5], concluyó un grupo de investigadores noruegos recientemente. Lo cual significa que, por primera vez, se invierte el llamado efecto Flynn, es decir, el coeficiente intelectual de la humanidad ha empezado a declinar, irónicamente en la época de mayor prosperidad económica y tecnológica. Sospecho que sea la causa de que las conferencias de prosperidad ya produzcan tanto hechizo en la población. Me pregunto: ¿si no es para lograr una población más inteligente, crítica y sabia, para qué más educación?

Dato 3:

La capacidad de producción es la más alta conocida, gracias a la tecnología. De acuerdo. Dato cuantitativo. Con los altibajos que representaron el crac de 2008 y el coronavirus de diciembre-2019 a mayo-2023, la productividad, dato un poco más cualitativo, se ha multiplicado por un factor cercano a 3 en los últimos 50 años[6]. De otro lado, vemos cómo crecen fenómenos como la informalidad y el trabajo precario. Datos cualitativos. Dos ejemplos bastan: a) la informalidad: según el Dane (Colombia), “Para el total nacional, en el trimestre enero-marzo 2025, la proporción de personas ocupadas informales fue 57,2”[7]; b) la precariedad, o lo que ya denominan precariado (Guy Standing) o cognitariado (Franco Berardi): “La inteligencia artificial no está acabando con el trabajo: lo está transformando, fragmentando y, lo que es mucho peor, precarizando”[8]; y ya, “según estimaciones del Banco Mundial, entre el 4,4 % y el 12,5 % de la fuerza laboral mundial” son la nueva masa precaria al servicio de las nuevas tecnologías, con salarios de US$ 2 o menos[9] y sin seguridad social ni prestaciones sociales, cifras estas en ascenso rapidísimo; se configura así lo que ya los economistas denominan la economía gig, la precariedad institucionalizada[10]. Si desea vivenciar lo anterior, mire el documental Les sacrifiés de l’IA[11].  Y, si no lo encuentra suficiente, anotemos que Naciones Unidas y el Foro Económico Mundial estiman que “casi 50 millones de personas, o una de cada 150 en todo el mundo, se encuentran en situaciones de esclavitud moderna”[12], la cifra más alta conocida en la historia de la humanidad. Me pregunto: ¿si no es para mejorar la calidad de vida, para qué la tecnología?

Dato 4:

La situación planetaria, frente a la que los profetas de la prosperidad prefieren callar. Pero vale recordarles algunos datos que ya resultan seriamente preocupantes:§  Siete de los nueve límites planetarios absolutos ya han sido sobrepasados, por razones totalmente antropogénicas, colocándonos en situación global de riesgo[13], como jamás habíamos estado en la historia.

“La Organización Meteorológica Mundial confirma que 2024 fue el año más cálido jamás registrado, al superar en cerca de 1,55 °C los niveles preindustriales”[14], informa la OMM, es decir, excediendo de manera anticipada el máximo fijado por el Acuerdo de París para 2050. Las consecuencias del cambio climático ya se cuentan en muertos, lo cual lo coloca por encima de la terquedad de los negacionistas.

Y podría abundar en datos hasta la fatiga: la sexta extinción masiva de especies, el agotamiento de los suelos, la pérdida inclemente de bosques, la inevitable crisis hídrica que ya empezamos a vivir… En este blog, abundan los datos al respecto. Y ello, sin abordar el polvorín social que ya es el panorama contemporáneo cotidiano.

En conclusión:

Sí. Como predican los profetas de la prosperidad: tenemos el mejor de los mundos de toda la historia. Al servicio y disfrute de una élite cada vez más pequeña, poderosa y rica, y funcionando sobre un planeta a punto de colapsar, como consecuencia de un modelo económico voraz, que se ha fundamentado en la maximización de rendimientos, al servicio de esas élites. Como bien presiente David Rennie, editor de geopolítica de The Economist: “un modelo entero de sociedad está empezando a desvanecerse”[15]. ¡Salud y corta vida a los profetas de la prosperidad!

Ramiro Restrepo González

Octubre de 2025


[1]    World Inequality Report 2022. Ver ACÁ.

[2]    World Inequaliy Lab. Informe sobre la desigualdad global 2022. Ver ACÁ.

[3]    Oxfam International. El saqueo continúa: pobreza y desigualdad extrema, la herencia del colonialismo. Oxfam: 2025. Ver ACÁ.

[4]    Betancur, J. 4 de cada 10 bachilleres en Antioquia se raja en lectura. El Colombiano, octubre 14 de 2025. Ver ACÁ.

[5]    Pastor, J. Adiós al efecto Flynn: nos estamos volviendo más tontos, no más listos. Xatata: junio 17 de 2018. Ver ACÁ.

[6]    Grupo Banco Mundial. Global Productivity: Trends, Drivers and Policies. 2021. Ver ACÁ.

[7]    Dane. Ocupación Informal: Trimestre enero-marzo 2025. Boletín Técnico: mayo 12 de 2025. Ver ACÁ.

[8]    The Conversation. Esclavismo digital: la cara oculta de la IA. Octubre 14 de 2025. Ver ACÁ.

[9]    El salario mínimo legal en Colombia es hoy de $ 1.423.500.oo/mes (US$ 1.77) más prestaciones sociales y seguridad social; en los EE. UU. el salario mínimo legal federal es de US$ 7,25/hora.

[10] PNUD. ¿Nuevas oportunidades o prosperidad precaria?: las dos caras de la economía gig en América Latina. Naciones Unidas: septiembre 3 de 2025. Ver ACÁ.

[11] TV5 Monde. Les sacrifiés de l’IA. Ver ACÁ. Pueden configurarse los subtítulos en castellano.

[12] Foro Económico Mundial. La esclavitud moderna está aumentando: 1 de cada 150 personas es víctima. FEM: septiembre 16 de 2022. Ver ACÁ y ACÁ.

[13] Stockholm Resilience Centre. Los límites planetarios. Ver ACÁ.

[14] Organización Meteorológica Mundial. Ver ACÁ.

[15] Fernández-Nespral, M. Entrevista a David Rennie. El Confidencial: España, septiembre 14 de 2025. Ver ACÁ.