domingo, 21 de octubre de 2012

LA TRAGEDIA DE LOS COMUNES

EL ETERNO CONFLICTO ENTRE EL INTERÉS PARTICULAR Y EL INTERÉS COMÚN


Con este título, el señor Garrett Hardin publicó un artículo en la revista Science, en el año 1968, en el cual nos obsequió un concepto muy útil para entender los problemas que intentan resolver los enfoques de responsabilidad social y desarrollo sostenible. Llamó a este concepto así: la tragedia de los comunes.

De una manera simple podríamos decir que todos los recursos existentes se dividen en dos: los privados, sobre los cuales alguien ejerce dominio y propiedad; y los COMUNES, sobre los que todos colectivamente ejercemos uso y disfrute.

Los recursos comunes son de todo tipo: desde los más tangibles como la riqueza hídrica, los parques naturales, el espacio público, el aire, el subsuelo, etc., hasta los más intangibles como la cultura, la institucionalidad, las tradiciones, etc.

La denominada tragedia de los comunes la configuran dos tendencias bastante frecuentes del comportamiento humano, tanto individual como colectivo:

1. Por un lado, el disfrute egoísta de los recursos privados, a los que sistemáticamente nos negamos a concederles una función de servicio público.

2. Y, por otro lado, el uso irresponsable de los recursos comunes, dado que pocas veces nos hacemos cargo de los impactos negativos que nuestra actividad privada ocasiona en ellos. Son algo así como el territorio de nadie que resulta usado, aprovechado y depredado en función del bien privado de todo aquel que a bien tenga.

El asunto se torna tanto más complejo en tanto comprendemos que el bienestar colectivo y la calidad de vida de las sociedades se fundamenta en la riqueza y preservación de los recursos comunes: buena calidad del aire, abundancia de recursos hídricos accesibles, espacio público seguro, institucionalidad fuerte y transparente, etc.

Es claro, pues, que los estados deberían regular de manera cada vez más exigente el uso de los recursos comunes, con severas penalidades al mal uso de los mismos, por un lado; y deberían, por otro lado, ofrecer crecientes estímulos a aquellos que le impriman un enfoque de servicio público a la gestión de sus recursos privados. He ahí los fundamentos de la responsabilidad social de los individuos y las organizaciones así como del desarrollo sostenible de los pueblos.

En mi sentir, esta vieja preocupación de la humanidad es la que sustenta, por lo tanto, toda reflexión sobre responsabilidad social y desarrollo sostenible. Solo que hoy parece que, finalmente, estamos pasando de la especulación a la acción. Y ese es un panorama alentador, sin lugar a dudas.

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