martes, 21 de octubre de 2025

¿EL DESARROLLO SOSTENIBLE NO ES VIABLE HOY?

Aunque la formulo a modo de interrogante, para quien lea este escrito, es mi convicción personal, largamente decantada y documentada. Y simplemente quiero compartirla, con mentes abiertas a cuestionar falsas apariencias.

Mi reiterada constatación empírica me lleva a concluir que hemos hecho una lectura economicista del desarrollo sostenible. O sea: hemos hecho de él “más de lo mismo”. La obsesión central del economicismo dominante es la maximización y concentración de rendimientos. Bajo ese mandato supremo, hemos hecho una lectura selectiva de la sostenibilidad que ya tiene múltiples expresiones documentadas:

Ejemplo 1: hemos privilegiado las iniciativas ambientales, pues son las que mejor imagen y mejor y más rápido retorno de la inversión otorgan, en desmedro de las iniciativas sociales y de gobernanza, que son de retorno lento y resultan menos vistosas. Bien lo expresa Pigem: “Desde hace años se introducen criterios de responsabilidad social y ecológica, pero distan mucho de poder alterar la lógica global del sistema (y se veces se introducen no porque se crea en ellos, sino porque dan buena imagen y resultan rentables)”[1]. La sostenibilidad, embutida a la fuerza, en el viejo traje del economicismo clásico, se desnaturaliza así por completo.

Ejemplo 2: dentro de las iniciativas ambientales, hemos privilegiado aquellas de retorno privado, tales como la eficiencia energética o la economía circular, dejando desatendidas aquellas de retorno público e impacto en el bien común, como la reducción de emisiones o la contaminación ambiental y cultural. Ejemplo dramático de ello es el proceso de negociación sobre el cambio climático, plasmado en las conferencias de las partes (COP). Ya llevamos tres décadas, desde la COP1 en Berlín en el año 1995, y apenas podemos registrar modestísimos avances. Por contra, vemos llenarse cada nueva reunión anual de ejércitos de lobistas bien pagados, encargados de entrabar y hasta corromper las decisiones, actuando a favor de las grandes potencias, que obstinadamente se niegan a renunciar a los excesivos privilegios que han logrado a través de las armas y la dominación geopolítica. El fracaso ha sido rotundo, según las evidencias: la meta de limitar la temperatura media global para 2050 a 1,5 °C por encima de la media preindustrial, ya se incumplió, pues en el año 2024 registramos 1,55 °C por encima de dicho umbral[2]. Más honestas parecerían ser las posiciones negacionistas, encabezadas por el partido republicano de los EE. UU., pues abiertamente niegan el problema y se sustraen a él[3]. Así lo han hecho, con los reiterados retiros de todo compromiso internacional por el clima. Otro doloroso fracaso lo vimos el pasado mes de agosto, cuando 7 potencias hundieron en Ginebra todo intento de concertar un tratado internacional vinculante contra la contaminación por plásticos. Y podría seguir…

Ejemplo 3: además de comprar sellos y certificaciones, igualmente hemos privilegiado la retórica corporativa sobre las evidencias de resultados e impacto. Tres casos concretos a título meramente ilustrativo:

a)  Un riguroso estudio, recientemente publicado por New Climate Institute y Carbon Market Watch[4], sobre las declaraciones ambientales de 50 grandes multinacionales, ha arrojado unos resultados demoledores. Veamos: “Los resultados del CCRM 2025 muestran que ninguna de las […] empresas evaluadas demuestra una estrategia climática de integridad razonable o incluso alta. Solo unas pocas empresas pioneras, como H&M Group, Stellantis y Apple, se evalúan con integridad moderada”. Ninguna con integridad alta. Y ni qué decir de los reportes de sostenibilidad plagados de medias verdades o mentiras desembozadas, como lo reporta el portal de Nature: “La mayoría de las compensaciones de carbono, que permiten a los contaminadores cumplir sus objetivos de reducción de emisiones financiando proyectos climáticos en otros lugares, tienen ‘defectos fatales’ que impiden un progreso urgente, argumenta un grupo de expertos en política ambiental”[5].

b)  El centro de pensamiento Fashion Revolution acaba de publicar su estudio What Fuels Fashion?[6], que estudia 200 marcas milmillonarias, y en el que hace devastadoras revelaciones sobre esta industria, que hoy despliega un gigantesco operativo mercadológico para aparecer como verde, amigable y sostenible. Entre sus hallazgos, uno me impactó: “La transparencia sigue siendo alarmantemente baja, lo que demuestra que la industria sigue dando largas al aumento de las emisiones. El puntaje promedio (de transparencia) de las marcas es de tan solo el 14%, lo que demuestra la poca cantidad de marcas que divulgan planes creíbles para eliminar gradualmente el carbón, electrificar fábricas o expandir las energías renovables”. Señores de la fast fashion: los ciudadanos no somos tontos.

c)  La Comisión Europea ya lo reconocía recientemente con total honestidad, al publicar su exigente nueva regulación sobre greenwashing[7]: “más del 53% de las afirmaciones ambientales son infundadas o imprecisas”. 

De suerte que no soy un pesimista. Me considero un optimista. Pero bien informado. Y, por eso, concluyo con el gran ambientalista colombiano Ernesto Guhl Nannetti: “Yo ya no creo en el desarrollo sostenible. Y no creo por las evidencias… hoy estamos en medio de un capitalismo global que busca maximizar utilidades y acumular más dinero basado en el consumo. Así que simplemente esa idea no funcionó. Basta con ver los indicadores del planeta[8]”.

Seamos sinceros: las duplas conceptuales competitividad-sostenibilidad, extractivismo-regeneratividad, maximización de rendimientos – valor compartido… y todas esas duplas que podrían caracterizar la contraposición entre la concepción economicista del desarrollo y la visión del desarrollo sostenible, sencillamente no son compatibles. O, mejor, son excluyentes: una contradictio in terminis, un oxímoron, si lo prefiere. Intentar aparentar sostenibilidad, pretendiendo mantener el viejo orden, aparte de hipócrita, es una apuesta sencillamente fracasada de antemano.

Nunca será tarde para entender que el desarrollo sostenible no obedece a la lógica de la “maximización y concentración de rendimientos”, sino a la lógica bien diferente de “optimizar la creación de valor compartido”. Los liderazgos vigentes no serán los del cambio definitivamente. Tienen demasiados intereses en juego.

Ramiro Restrepo González

Octubre de 2025


[1]    Pigem, J. La nueva realidad. Del economicismo a la conciencia (sic). Kairós: 2013, p. 29. Información ACÁ.

[2]    Organización Metereológica Mundial. La Organización Meteorológica Mundial confirma que 2024 fue el año más cálido jamás registrado al superar en cerca de 1,55 °C los niveles preindustriales. OMM: enero 10 de 2025. Ver ACÁ.

 [3]    Kennedy, B. y Tyson, A. Cómo ven los republicanos el cambio climático y las cuestiones energéticas. Pew Research Center: marzo 1 de 2024. Ver ACÁ.

[4]    Carbon Market Watch and New Climate Institute. 2025 Corporate Climate Responsibility Report.  Ver ACÁ.

[5]    Macintoch, A. y otros. Carbon credits are failing to help with climate change — here’s why. Nature: octubre 14 de 2025. Ver ACÁ.

[6]    Fashion Revolution. What Fuels Fashion? 2025. Ver ACÁ.

[7]    Ver normativas tales como: la CSRD (Directiva sobre Reportes de Sostenibilidad) y la Directiva (UE) 2024/825 sobre greenwashing, ambas de la Unión Europea.

[8]    Silva, S. “Yo ya no creo en el desarrollo sostenible”. El Espectador: Colombia, junio 10 de 2022. Ver ACÁ.

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