¿ES LA COMPETITIVIDAD UN CONCEPTO OBSOLETO?
En octubre de 2013 publiqué, en la primera etapa de este blog, una nota titulada El PIB es una medida obsoleta del desarrollo. Esta es, digamos, su segundo capítulo. Tengo la firme convicción de que ambos conceptos son económica, social y políticamente obsoletos. Ya la comunidad mundial está dando muestras de entenderlo y ha empezado así a diseñar una nueva medida del desarrollo, para remplazar el PIB. Pero el concepto de competitividad sigue ahí, inalterado, regulando la lógica real de los negocios, la política pública y el flujo mundial de capitales. Entiendo que sea difícil entender y, sobre todo, aceptar la transición. Buscaré aportar argumentos, dirigidos a personas sensatas y dispuestas. Ya sabemos, como lo decía Al Gore (Una verdad incómoda), que es muy difícil hacer que alguien entienda algo, cuando su salario depende de no entenderlo.
Despejemos primero el terreno o, mejor, los miedos. Esta obsolescencia no significa que las empresas, ahora, deban renunciar a tener una visión poderosa de su futuro, una dinámica viva y renovada de sus procesos y estrategias, una disposición a estarse reinventando para responder a los retos de cada momento… No significa, seamos rotundos, renunciar a crear cada vez más valor para sus stakeholders, entre ellos, sus accionistas.
Pero seamos también claros: todo eso también puede lograrse con otra visión de los negocios, con otras estrategias y prácticas. Es decir, más que renunciar al qué de los negocios, se trata de ampliar esos qués y buscar nuevos cómos, para expresarlo de la manera más pedagógica. Y esos nuevos qués y cómos tienen hoy un nuevo nombre: sostenibilidad.
Pero la sostenibilidad no es un agregado a la competitividad; no es un retoque cosmético a esta. En absoluto. Es una manera radicalmente diferente de entender y conducir las organizaciones y los negocios. Y mucho me temo que no lo hemos entendido en su verdadera profundidad. Por eso, todo el discurso de sostenibilidad que hoy escuchamos en boca de los hombres de negocios es pura palabrería para la tribuna, discurso hueco sin un correlato real. Social o green washing lo denominan ya. Tan crudo como eso. Porque no han entendido. Tan simple como eso. Veamos un esquema, que nos puede ayudar, sobre lo que entiendo por competitividad versus lo que entiendo por sostenibilidad.
La gráfica siguiente ilustra doce variables de negocios, con su significado en un mundo y su significado en el otro. El lector llegará fácilmente a una primera conclusión: se trata de significados incompatibles: o se busca el uno o se busca el otro, pero no resulta posible conjugarlos sin desnaturalizarlos, que es lo que hace la chapucera literatura gerencial de supermercado actualmente.
Entendamos que la competitividad ancla su esencia en la maximización de rendimientos, como premisa fundacional. Y esa premisa es la que subyace a toda política pública vigente actualmente, expresada globalmente en el modelo de desarrollo vigente. He ahí, en esa máxima fundacional y en ese modelo económico, las causas fundamentales de la policrisis social y planetaria que nuestra sociedad global confronta hoy. A eso conducen esa máxima y ese modelo. Como bien lo expresara Manfred Max-Neef: El mundo en ruta de colisión[1].
El modelo de competitividad, de maximización de rendimientos, aparte de la policrisis social y planetaria que ya está produciendo, nos ha introducido en lo que ya el filósofo surcoreano Byung Chul-Han bautizó como La sociedad del cansancio, de la cual son rasgos distintivos el burnout crónico, “la gran renuncia” y otros síntomas sociales que ya percibimos globalmente.
La coyuntura que vive nuestra sociedad global contemporánea no es simple. Estamos ante la mayor encrucijada que hayamos enfrentado colectivamente en centurias. Pero con las mismas características: es una coyuntura cuyo trámite será turbulento, no exento de violencia y acompañado de fuertes luchas políticas. Pero lo que sí es claro es que el modelo economicista de la era industrial ha agotado sus posibilidades y ya está resultando más dañino que benéfico. En parte se desmoronará por sus propias lógicas, pero en parte deberá ser demolido, en un tránsito complejo que nos espera en estas próximas décadas.
Ramiro
Restrepo González
Septiembre
de 2025
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