Tomo prestado este título de la conocida obra de Jacques Bergier y Louis Pauwels, para ilustrar cómo la tecnología y las presiones del mercado nos están permitiendo ahora regresar a aquellas épocas en las que los productos duraban casi de manera indefinida.
Un ejemplo contundente de ello lo constituye el fenómeno que se ha venido presentando con las bombillas eléctricas en los últimos años. Para cuando empezaron a fabricarse, a fines del siglo XIX, los ingenieros de la época llegaron a desarrollar bombillas de una duración sorprendente: por encima de las 100.000 horas (100 años, a una media de 2-3 horas de uso diario). Como bien lo pone en evidencia el documental español “Comprar, Tirar, Comprar” (disponible en este enlace: http://vimeo.com/23524617), los fabricantes de bombillas formaron entonces un cartel para pactar una reducción sustancial en la duración de las bombillas, llegando así a un estándar aceptado (por los productores, nunca por los consumidores) de 2.500 horas de duración máxima.
Dos noticias recientes parecen estar cambiando el panorama, de regreso a los orígenes. Y no se trata de las conocidas bombillas ahorradoras. Se trata de una verdadera revolución tecnológica.
1. El pasado 22 de abril (con motivo del día de la tierra), Phillips lanzó en el mercado americano una bombilla LED que promete una vida útil de unos 27 años, con un uso diario de 3 horas (ver Gráfica No. 1).
GRÁFICA No. 1
2. Y, en septiembre del año 2011, el español Benito Muros, fundador de la ONG de nombre SOP (Sin Obsolescencia Programada) empezó a comercializar una bombilla que promete durar 100 años, meta que, inexplicablemente logramos hace un siglo y abandonamos en aras de los más dementes mandatos de la sociedad de consumo. Con dos alicientes adicionales: la bombilla del señor Muros promete un ahorro del 92% en el consumo de energía y del 70% en la generación de emisiones (ver Gráfica No. 2). El lector puede acceder al portal del señor Muros a través de este enlace: http://www.oepelectrics.com.
GRÁFICA No. 2
Algunos escépticos no dejarán de señalar el aparentemente alto precio de las bombillas (US$60, en el caso del ejemplar de Phillips). Si usted compara, sin embargo, el costo-hora de esta bombilla, con el de una convencional, la diferencia será significativamente grande a favor de la de Phillips. Pero, adicionalmente, hay que tener en cuenta que es el fenómeno que se presenta en todo nuevo desarrollo. La masificación impondrá una curva de costos y precios decrecientes a la vuelta de un corto tiempo.
Regresar al pasado no es hoy un mal consejo. Especialmente si se tiene en cuenta que dicho regreso no representa renuncias sino, por el contrario, nuevos logros y avances.
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