1. Hacer visibles sus impactos a la luz del concepto de desarrollo urbano sostenible,
2. Y contribuir a la difusión de lo que considero una extraordinaria e inteligente solución que merece replicarse y mantenerse, por encima de cualquier consideración de política local.
1. ¿En qué consistía la problemática?
Medellín, como la casi totalidad de ciudades del mundo, tuvo por siglos un sistema informal de transporte basado en carros de tracción animal, coloquialmente llamados “zorras” en nuestra ciudad (ver fotografía 1). Su propósito siempre ha sido múltiple: acarreo de materiales de construcción, de escombros, de basuras, de muebles y enseres, de agua y hasta de pasajeros eventuales.
Fotografía No. 1: Zorra y Zorrero (fotografía Javier Agudelo, El Tiempo, Colombia)
Sin lugar a dudas, es un medio de transporte milenario e inocuamente productivo en apariencia. Pero es una práctica que, traslada del campo a la ciudad, resulta generadora de múltiples impactos negativos, entre los que cabe mencionar:
- El conflicto con la dinámica de la movilidad urbana, ocasionado por el diferencial de velocidad, que se traduce en riesgos, atascamientos, infracciones de tránsito...
- El deterioro de la calidad de vida animal: caminar sobre asfalto, bajo interminables jornadas, con alimentación deficiente y escasa, sometido a trato rudo… es un panorama poco alentador para cualquier animal.
- La informalidad, que elude las más elementales reglas laborales, de salud ocupacional, de tránsito, de convivencia y de funcionamiento comercial.
Todo lo anterior, a cambio de una solución práctica y necesaria, pero acompañada de un empleo precario y plagada de trabajo infantil en un sinnúmero de casos. Un censo, hecho por la Alcaldía de la ciudad en 2009, detectó una población de 228 “zorras” en funcionamiento, solamente en el perímetro de la ciudad de Medellín, no considerando su área metropolitana. Se calcula que, en Colombia, operan unas 5.000. ¿Y en Latinoamérica?
2. ¿En qué consistió la iniciativa?
Se invitó, a través de un proceso altamente participativo y persuasivo, a todos los propietarios de “zorras”, a que las entregaran (carro y caballo) a cambio de un motocoche (ver fotografía 2), en el caso de querer continuar en el oficio, o a cambio de un capital semilla (col$ 7 millones, US$3.500) para iniciar un emprendimiento productivo diferente. En ambos casos, la oferta iba acompañada de los trámites de licencia, de capacitación, de acompañamiento social y hasta de tarjetas de presentación personal, para facilitar la transición.
Fotografía No. 2: los nuevos Motocoches (fotografía Javier Agudelo. El Tiempo, Colombia)
Terminado el proceso, después de cinco (5) entregas parciales (el proceso de elección voluntaria lo hacía necesario así), a lo largo de cuatro (4) meses, un total de 141 “zorreros” acogieron la idea del motocoche y el resto, 87 “zorreros”, optó por un emprendimiento productivo diferente. Así, a partir de este año, la circulación de “zorras” fue finalmente prohibida en la ciudad (obsérvese que la prohibición es una consecuencia y no una premisa del proceso). Su circulación será sancionada, a partir de ahora, con el decomiso de la misma. Y los 228 caballos han pasado a una etapa de recuperación veterinaria en las afueras del Valle de Aburrá, para entrar luego en un programa de adopción coordinado por la Sociedad Protectora de Animales y dirigido a campesinos que los requieran para sus labores en el campo.
3. Un balance necesario
3. 1. Desde el punto de vista ambiental:
- Se removió un obstáculo significativo a la movilidad urbana.
- Se restituyó a su hábitat natural a una población nada despreciable de 228 caballos.
- Se eliminaron de las vías públicas las heces diarias de esta población equina.
- Se pusieron las bases para una mejor regulación y un mejor control de los escombros urbanos.
3.2. Desde el punto de vista social:
- Se dignificó, se formalizó y se empezó a profesionalizar el oficio de “zorrero”.
- Se mejoraron las condiciones de salud e higiene ocupacional del oficio.
- Se preservó y mejoró el empleo de una población no inferior a 500 familias.
- Se abrieron nuevas opciones de inversión y emprendimiento.
- Se puso en evidencia que el maltrato animal sí tiene y debe tener solución.
- Se demostró que la concertación social funciona: varias dependencias oficiales, una ONG y los 228 “zorreros” participaron en el proceso.
3.3. Desde el punto de vista económico:
- Se preservó y mejoró el ingreso y la productividad del oficio.
- Se mejoró la estructura de costos del negocio, pues la alimentación de un caballo es un costo fijo, pero el gasto de combustible es un costo variable.
- Se mejoró la versatilidad del servicio (pronto los veremos prestando servicios diversos a domicilio, cosa impensable en el viejo esquema de “zorras”).
- Se activó el ciclo económico del sector automotriz, producto de la inversión inicial y del funcionamiento posterior de las 141 unidades nuevas.
4. A modo de conclusión
La Administración Municipal invirtió en esta iniciativa (motocoches, más capital semilla, más gestión del programa) una suma total de col$ 2.896 millones (unos US$144.000). Como se puede ver por las ventajas, y por la sostenibilidad misma del programa, que sólo requiere una intervención inicial, pero deja puertas abiertas para muchas otras intervenciones sociales posteriores (regulación de la gestión de escombros, regulación del maltrato animal, etc.), hay que decir que es una iniciativa que ha requerido más inteligencia que dinero. Por eso ahora, cuando ya he tenido la experiencia de compartir vías con estos nuevos motocoches, no he podido dejar de experimentar una sana alegría interior al ver cómo mi ciudad mejora, con base en el mejoramiento de su gente, como puede verse en la fotografía final, en la que tuve oportunidad de presenciar en plena operación el nuevo sistema.
Sin lugar a dudas, es un medio de transporte milenario e inocuamente productivo en apariencia. Pero es una práctica que, traslada del campo a la ciudad, resulta generadora de múltiples impactos negativos, entre los que cabe mencionar:
- El conflicto con la dinámica de la movilidad urbana, ocasionado por el diferencial de velocidad, que se traduce en riesgos, atascamientos, infracciones de tránsito...
- El deterioro de la calidad de vida animal: caminar sobre asfalto, bajo interminables jornadas, con alimentación deficiente y escasa, sometido a trato rudo… es un panorama poco alentador para cualquier animal.
- La informalidad, que elude las más elementales reglas laborales, de salud ocupacional, de tránsito, de convivencia y de funcionamiento comercial.
Todo lo anterior, a cambio de una solución práctica y necesaria, pero acompañada de un empleo precario y plagada de trabajo infantil en un sinnúmero de casos. Un censo, hecho por la Alcaldía de la ciudad en 2009, detectó una población de 228 “zorras” en funcionamiento, solamente en el perímetro de la ciudad de Medellín, no considerando su área metropolitana. Se calcula que, en Colombia, operan unas 5.000. ¿Y en Latinoamérica?
2. ¿En qué consistió la iniciativa?
Se invitó, a través de un proceso altamente participativo y persuasivo, a todos los propietarios de “zorras”, a que las entregaran (carro y caballo) a cambio de un motocoche (ver fotografía 2), en el caso de querer continuar en el oficio, o a cambio de un capital semilla (col$ 7 millones, US$3.500) para iniciar un emprendimiento productivo diferente. En ambos casos, la oferta iba acompañada de los trámites de licencia, de capacitación, de acompañamiento social y hasta de tarjetas de presentación personal, para facilitar la transición.
Fotografía No. 2: los nuevos Motocoches (fotografía Javier Agudelo. El Tiempo, Colombia)
Terminado el proceso, después de cinco (5) entregas parciales (el proceso de elección voluntaria lo hacía necesario así), a lo largo de cuatro (4) meses, un total de 141 “zorreros” acogieron la idea del motocoche y el resto, 87 “zorreros”, optó por un emprendimiento productivo diferente. Así, a partir de este año, la circulación de “zorras” fue finalmente prohibida en la ciudad (obsérvese que la prohibición es una consecuencia y no una premisa del proceso). Su circulación será sancionada, a partir de ahora, con el decomiso de la misma. Y los 228 caballos han pasado a una etapa de recuperación veterinaria en las afueras del Valle de Aburrá, para entrar luego en un programa de adopción coordinado por la Sociedad Protectora de Animales y dirigido a campesinos que los requieran para sus labores en el campo.
3. Un balance necesario
3. 1. Desde el punto de vista ambiental:
- Se removió un obstáculo significativo a la movilidad urbana.
- Se restituyó a su hábitat natural a una población nada despreciable de 228 caballos.
- Se eliminaron de las vías públicas las heces diarias de esta población equina.
- Se pusieron las bases para una mejor regulación y un mejor control de los escombros urbanos.
3.2. Desde el punto de vista social:
- Se dignificó, se formalizó y se empezó a profesionalizar el oficio de “zorrero”.
- Se mejoraron las condiciones de salud e higiene ocupacional del oficio.
- Se preservó y mejoró el empleo de una población no inferior a 500 familias.
- Se abrieron nuevas opciones de inversión y emprendimiento.
- Se puso en evidencia que el maltrato animal sí tiene y debe tener solución.
- Se demostró que la concertación social funciona: varias dependencias oficiales, una ONG y los 228 “zorreros” participaron en el proceso.
3.3. Desde el punto de vista económico:
- Se preservó y mejoró el ingreso y la productividad del oficio.
- Se mejoró la estructura de costos del negocio, pues la alimentación de un caballo es un costo fijo, pero el gasto de combustible es un costo variable.
- Se mejoró la versatilidad del servicio (pronto los veremos prestando servicios diversos a domicilio, cosa impensable en el viejo esquema de “zorras”).
- Se activó el ciclo económico del sector automotriz, producto de la inversión inicial y del funcionamiento posterior de las 141 unidades nuevas.
4. A modo de conclusión
La Administración Municipal invirtió en esta iniciativa (motocoches, más capital semilla, más gestión del programa) una suma total de col$ 2.896 millones (unos US$144.000). Como se puede ver por las ventajas, y por la sostenibilidad misma del programa, que sólo requiere una intervención inicial, pero deja puertas abiertas para muchas otras intervenciones sociales posteriores (regulación de la gestión de escombros, regulación del maltrato animal, etc.), hay que decir que es una iniciativa que ha requerido más inteligencia que dinero. Por eso ahora, cuando ya he tenido la experiencia de compartir vías con estos nuevos motocoches, no he podido dejar de experimentar una sana alegría interior al ver cómo mi ciudad mejora, con base en el mejoramiento de su gente, como puede verse en la fotografía final, en la que tuve oportunidad de presenciar en plena operación el nuevo sistema.
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