domingo, 5 de agosto de 2012

EL LADO OSCURO DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS

La siguiente nota fue escrita  semanas antes de que, como puede observarse en la imagen, apareciera el señor Armstrong haciendo el reconocimiento de la oscura verdad de sus impresionantes records ante la entrevistadora Oprah Winfrey. Este lapidario EPITAFIO sobre su carrera deportiva es suficiente fundamento para ratificar lo que, como ya dijimos, semanas antes habíamos expresado y que aparece a continuación.

El deporte de alto rendimiento tiene su máxima expresión en el Mundial de Fútbol, organizado cada cuatro años por la FIFA, y en los Juegos Olímpicos, tanto de invierno como de verano, organizados ambos por el COI, y que se celebran cada cuatrienio igualmente. Es una actividad de gran impacto en la opinión pública mundial, sin lugar a dudas, una especie de bazar de ilusiones y nacionalismos que toca muchas fibras y genera enorme cantidad de satisfacciones y rendimientos económicos. Hasta ahí, todo un mundo de fantasía.

Pero, no es de ocultar, tienen un lado bastante oscuro. Desde los grandes intereses geopolíticos que inspiran su andamiaje, pasando por todo el variopinto mundo del doping, hasta las generalizadas prácticas corruptas que permean su gestión. Sin embargo, no son exactamente estas aristas oscuras, bastante conocidas, en las que quiero invitar a fijar la atención justo ahora. Los invito a que evalúen el deporte de alto rendimiento como la actividad más altamente depredadora de los más preciados principios del desarrollo humano. Si no lo había considerado así, permítame ilustrarlo con dos ejemplos relevantes.

Justo al momento de escribir esta nota, el Señor Michael Phelps acaba de batir el récord como el deportista más laureado de la historia olímpica, al acumular 22 medallas, 18 de ellas de oro. Recordemos además que, en Beijing, el señor Phelps alcanzó un nuevo récord: el mayor número de medallas en unos mismos juegos (8). Veamos una pequeña historia detrás de la vida del Sr. Phelps. El siguiente es su desayuno, según lo registró el Diario El Comercio, de Perú, el día 16 de agosto de 2008:

“Tres sánguches (sic) de huevos fritos, con queso, tomate, lechuga, cebollas fritas y mayonesa; tres panqueques con pedacitos de chocolate; una tortilla de cinco huevos, tres tostadas cubiertas en azúcar y un tazón de una avena de maíz; todo eso, con dos tazas de café, es el desayuno que cada mañana ingiere la estrella de Beijing 2008, el nadador estadounidense Michael Phelps”. ¡...Y ello es sólo el inicio de una dieta de 10.000 calorías/día!

Si, después de leer dicho menú, usted aún es capaz de pensar –dudo que el señor Phelps pueda producir una sola idea después de ingerirlo-, podrá responder la siguiente pregunta: ¿estamos ante un ser humano?, ¿o estamos en presencia de una simple MÁQUINA BIOLÓGICA de alto rendimiento, creada para producir récords mundiales? Con todo respeto por el Sr. Phelps, quien me produce un profundo sentimiento de compasión, estamos ante un Frankenstein moderno, al servicio del consumo masivo, o de la civilización del espectáculo como muy acertadamente acaba de denominarla nuestro último nobel latinoamericano, el queridísimo señor Vargas Llosa.

Si aún necesita argumentos adicionales, déjeme retroceder un poco en el tiempo y llevar su atención a la trágica vida de la rumana Nadia Comăneci. Una gimnasta olímpica que hipnotizó literalmente al mundo, al lograr varias veces el fantástico 10 en sus performances gimnásticas, lo cual le ameritó 9 preseas, 5 de ellas de oro. ¿Sabía usted que la señorita Comăneci intentó suicidarse varias veces, la primera de ellas cuando apenas tenía 15 años? A ello la llevaron varios factores: la rigurosísima disciplina de los entrenamientos que la alejó de su familia, sus amigos y sus afectos, el despotismo del régimen y de sus entrenadores -todos ellos impulsados por objetivos megalómanos-, la presión de la fama y de la opinión pública, etc. Por fortuna, Nadia encontró la forma de recomponer su vida, primero huyendo de su patria y, después, renunciando a ser un instrumento del mundo del espectáculo y el consumo.

Y, si desea sentir dolor de patria, leyendo sobre un caso colombiano, visite el artículo que publicó el periodista Daniel Coronel en la Revista Semana este 12 de agosto, pocos días después de publicar esta nota en mi Blog: http://www.semana.com/opinion/quimera-del-oro/182502-3.aspx.

El deporte de alto rendimiento es una INDUSTRIA al servicio de una sociedad de consumo y, como toda industria de alto rendimiento, altamente depredadora, engañosa y perversa. Lejos de la idílica imagen de la recreación, el esparcimiento y la celebración, a los que toda sociedad tiene ineludibles derechos. Muchas industrias depredan el medio ambiente y eso no resulta tolerable hoy día. Pero la industria del deporte de alto rendimiento depreda al ser humano como tal y lo depreda de manera absoluta. ¿Es ello tolerable?, ¿es ello sostenible? ¡God forgive the Queen!

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