viernes, 27 de enero de 2012

¿EL FINAL DEL ODIOSO VIP?

El pasado 12 de octubre de 2011, el Congreso de la República de Colombia expidió la Ley 1480, más conocida como el ESTATUTO DEL CONSUMIDOR. Su primera lectura me ha dejado la impresión de ser una norma de avanzada, con infinidad de novedades que impactarán significativamente las costumbres comerciales de nuestro país.

Quiero detenerme hoy en una de esas novedades. Se trata del Artículo 3 de dicha ley que trata sobre los derechos y deberes de los consumidores y usuarios y que, en su numeral 1.12., establece: “Derecho a la igualdad: ser tratados equitativamente y de manera no discriminatoria”.

Por supuesto que falta todo el desarrollo reglamentario de esta ley. Pero, a mi juicio, este numeral liquida, literalmente de un plumazo, entre muchas otras prácticas, la conocida con el acrónimo VIP.

El uso de este arrogante y antipático acrónimo (cuyo significado es Very Important Person) nació en los años 30 como sustituto de los títulos nobiliarios en desaparición, para distinguir a personajes distinguidos, famosos o poderosos. Y es común verlo en aeropuertos (salas VIP), estadios, hoteles, hospitales, bancos, etc.

He dicho “arrogante y antipático” porque nada más contrario a una democracia civilizada que discriminar por estatus social o económico. De hecho siempre he pensado que el verdadero significado debería ser “Very Important Pocket” (bolsillo o billetera).

Todas esas taquillas, salas, micrositios web, tarjetas plásticas tales como Priority y muchas otras, etc., dedicados a atender a personas VIP, en realidad, y repito: en una democracia civilizada, deberían estar destinados a atender a personas disminuidas en sus capacidades físicas o mentales o en situación de vulnerabilidad tales como embarazadas, infantes, ancianos, etc. Eso sí es equidad en el trato, como lo pide este nuevo Estatuto.

Si ello llegare a ser así, bienvenida esta disposición. Sin duda, nos hará sentir a todos ciudadanos de igual categoría y tratados por lo que somos, más que por lo que poseemos, es decir, en nuestra condición fundamental de seres humanos.

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